domingo, 24 de marzo de 2013

"Abolición de la Propiedad"

 TEATRO DE ONDA SIN ONDA

Pareciera que el cine mexicano contemporáneo se divide en aquel que bebe del teatro, aquel que bebe de la televisión y aquel que busca adaptarse a la propuesta de algún festival. Y claro, en otro terreno está el documental que suele ser rico en temáticas y aproximaciones. Aquel cine hecho en México que bebe del propio lenguaje cinematográfico como su principal fuente pareciera casi inexistente. El éxito de los filmes normalmente obedece a qué tan bien el realizador logra tomar los elementos de su respectivo nicho (teatro, televisión o la onda festivalera) y logra complementar esta visión con un lenguaje cinematográfico. "Abolición de la Propiedad", película basada en la novela homónima de José Agustín es claramente un ejemplo de cine que bebe del teatro, es por ello que casi todo se limita a una locación, un escenario teatral que funge como el sótano de alguna casa en la que supuestamente habrá una fiesta-reunión, pero en donde sólo tenemos a un par de personajes atrapados en una especie de limbo donde discutirán sobre diversos temas.



“Abolición de la propiedad” carece de grandes recursos cinematográficos y los pocos que tiene los utiliza con poco ingenio, por lo que el filme resulta demasiado fallido. Tome por ejemplo la fotografía del usualmente laureado Alejandro Cantú, quien pone la cámara por todos lados, desde encima del escenario o de un lado a otro, los encuadres gozan de perfección estilística pero no sólo no aportan a la narración sino que terminan haciendo más evidente la simplicidad del espacio. En cintas que usan principalmente una locación como “127 Horas” (127 Hours) este juego de cámaras toma sentido porque terminan ampliando el espacio y resaltan la belleza del mismo. En “Abolición de la propiedad” donde el espacio es un sillón con fondo negro ocurre lo opuesto, el espacio ya de por si limitado termina reduciéndose y no como un reflejo de la asfixia que supone la discusión de los personajes, sino como un reflejo de la simplicidad del mismo. La cámara distrae en vez de aportar al relato y es por ello que no sólo se reduce al espacio sino también al relato mismo. En películas teatrales como “La Tarea” la cámara no hace trampa por lo que es imposible que el manejo del espacio estorbe al relato.

La historia también parece anacrónica aunque su estructura es bastante interesante. Los personajes principales, Norma y Everio, son dos jóvenes que esperan a una amiga en un sótano aunque parece que la amiga nunca llegará. Una misteriosa grabadora nos pone una conversación entre Norma y Everio donde normalmente se oyen discutiendo. Tras escuchar la grabación, Everio aparece y los personajes comienzan a platicar hasta que llega el momento en que escuchamos el fragmento donde discutían. Al observar en qué termina la discusión Everio saldrá de la escena, usualmente para ir al baño, al tiempo que Norma pondrá la grabadora, se escuchará el fragmento de una nueva conversación y al llegar Everio a la escena siguiente los personajes volverán a conversar hasta llegar al fragmento que habíamos escuchado previamente.


Sin duda que la estructura es propositiva, aunque con el cine experimental mexicano hay que tomar estas cosas con mucha precaución, pues propositivo no es sinónimo de novedoso. En su trabajo previo, “Eros una vez María” el director Jesús Magaña Vázquez contaba más o menos la misma película. Ambas cintas parecieran encontrarse en un limbo donde la repetición es infinita, como atrapadas en un loop endemoniado. En “Eros una vez María” observábamos una escena donde Tonatiuh, el personaje principal, conversaba junto a su novia María en la cama. Luego de esta escena veíamos a Tonatiuh recordando a sus novias pasadas, todas las cuales se llamaban María para luego regresar a la conversación con su novia original, que en aquella película fungía de la misma forma en que lo hace la profética grabadora de “Abolición de la Propiedad”.

Claro que esta vez en vez de la imposibilidad de triunfar en el amor la cinta habla más del clasismo, diferencias que son discutidas “acaloradamente” por Aislinn Derbez y Humberto Busto, quienes no podrían estar más descobijados por el director. Derbez se perfila como una actriz entusiasta que hace su mejor esfuerzo frenta a un Humbero Busto que pareciera no encontrar el tono adecuado a su personaje. Es evidente que los actores trabajaron con el director como si se tratara de una obra de teatro, aunque no parece que veamos la mejor versión de la misma. En cierta forma esa libertad que parece darle a los actores Magaña se traduce aquí en una actriz que da su mejor esfuerzo pero que no parece saber darle un mejor sentido a las transformaciones que van sufriendo las conversaciones, las cuales van dando saltos de la aspereza a la camaradería y del amor al odio. Las escenas podrían haber tenido una composición más armoniosa si Magaña hubiera usado el talento de Derbez para que cada escena concluyera como preámbulo de la siguiente. Humberto Busto por su parte jamás encuentra el tono adecuado y luce como un personaje deslucido. Es verdad que Everio es un tipo presumido con poco chiste y eso podría interpretarse como un buen contraste con la vitalidad de Norma, pero en una cinta donde las discusiones de los personajes se interpretan como rounds de una pelea de box, pareciera que Derbez está luchando contra un inerte saco de entrenamiento en vez de con un tipo arrogante que esquiva todos los golpes.

Este tipo de fallas con el uso que se le da a una cinta de actores hacen que lo que sucede se vuelva irritante. La historia también está atrapada en una época distinta por lo que esa lucha de clases si bien es un tema casi universal y atemporal, la adaptación se siente vieja, sin tensión ni vitalidad. Magaña tenía mucho mayor propuesta en “Eros una vez María”, que si bien fue una cinta vilipendiada, al menos encontraba vasos comunicantes con el cine de Jaime Humberto Hermosillo. “Abolición de la propiedad” es mucho más tibia, menos transgresora y quizás por ello mismo haya tenido una mejor recepción de crítica, no así de público. Personalmente no me molesta que Magaña haya hecho en esencia la misma película, lo que me molesta que esté muy lejos del nivel de una película quebrada pero que resultaba interesante e incluso que justificaba el poco aprecio de cierto sector del público pues había vitalidad y entusiasmo lo cual conlleva riesgo. En “Abolición de la Propiedad” no hay nada de eso, todo ello ha sido abolido en aras de arriesgar poco.



Antojito mexicano: En palabras de Gloria Trevi, una papa sin catsup.



Posibilidades de Ariel: Tomando en cuenta el premio a mejor guión en Guadalajara, Jesus Magaña podría apuntarse como candidato junto a Aislinn Derbez cuyo entusiasmo es notable lo cual la hace candidata a mejor actriz. Si usted le pregunta a un servidor la cinta no debería tener posibilidad alguna frente a las otras de la competencia pero bueno, ahí están sus puntos más fuertes, además de que Edna Herrera y Gabriel Mariño también podrían rascar alguna nominación a mejor edición tomando en cuenta la estructura del relato.

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